7.7.06

El Existencilismo de Banksy



Cualquier manifiesto que enaltece el poder del labial provoca, cuando menos, incredulidad y sospecha ante el movimiento de subversión al que abandera. Cualquiera menos aquel precedido por una firma en esténcil con la palabra Banksy y el epígrafe: “Si quieres un público, comienza una pelea”. En este caso no hace sino fortalecer su discurso y el poder intrínseco de la recontextualización. Pero no es sino hasta que navegamos entre la vasta documentación de su obra, que empezamos a comprender porqué este polémico gurú del arte urbano británico tiene legiones de seguidores y porqué es capaz de provocar verdaderas batallas, tanto éticas como estéticas, cada vez que una de sus obras aparece inesperadamente en alguna acera de las urbes más importantes del mundo. Especialmente, cuando sus irreverentes trabajos encuentran un lugar en sitios tan imprevistos, y custodiados, como lo son la barrera de separación judeo-palestina en Jerusalén, las celdas de los zoológicos de Londres y de Bristol, las galerías del Museo Tate y del Museo Británico o las salas del MoMA, del Museo de Brooklyn y del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York.
Banksy, como se le conoce a este artista gráfico que, a pesar del interés y de la importante cobertura mediática que ha generado su trabajo, ha logrado mantener su identidad real anónima, pero ha sabido desarrollar un estilo propio e inmediatamente reconocible, donde combina distintas técnicas del graffiti y del uso de esténciles. Con un alto grado de sensibilidad y de habilidades compositivas, gusta de introducir imágenes inesperadas dentro de contextos cuidadosamente elegidos para sugerir connotaciones políticas y de crítica social de una forma extravagante y juguetona. Comúnmente utiliza texto o personajes animales, como simios y ratas, en actitudes humanas para generar escenas caprichosas, un tanto surreales, y en fechas más recientes ha incorporado a su repertorio la subversión de pinturas famosas, así como la intervención de obra pictórica que encuentra en los bazares. Pero sus múltiples búsquedas artísticas van dirigidas, más que a transmitir un mensaje, a generar posibilidades y, de esta forma, una respuesta entre público y autoridades por igual. Sus intervenciones se caracterizan por mostrar una actitud irreverente y por sugerir innumerables posibilidades narrativas. La más reciente, apareció el pasado mes de Junio en el muro de una clínica en el centro de Bristol, Inglaterra. La imagen es el esténcil de un hombre desnudo que cuelga de la cornisa de una ventana, mientras lo que aparenta ser un furioso esposo se asoma de ésta, con su mujer a medio vestir en el fondo. Esta intervención gráfica parece narrar en una sola imagen, las tribulaciones de un triángulo amoroso pero, como cualquiera de sus trabajos, podría sugerir un sinfín de historias acerca de las vicisitudes, incoherencias y complejidades que caracterizan la condición humana.
La obra en Bristol no ha hecho sino exacerbar el constante debate entre aquellos que se pronuncian por remover su trabajo para acatar con las leyes anti-graffiti, y de paso dar una lección a otros rayadores, y entre aquellos que se proclaman por dejarlo intacto; argumentando que sus cualidades narrativas, decorativas y testimoniales contribuyen a la experiencia urbano-espacial del transeúnte. El Ayuntamiento, por primera vez, se encuentra realizando un sondeo; parece que la ventana y sus personajes serán conservados.
Debido a su distintiva irreverencia, la voz popular aclama la labor de Banksy y le ha convertido en uno de los artistas conceptuales y gráficos más reverenciados, pero, sin duda, también en uno de los más buscados – por la ley británica e internacional y por organizaciones como Keep Britain Tidy (Mantén a Inglaterra en Orden) cuyo vocero, Peter Gibson, junto con tantos otros, califican su trabajo gráfico como vandalismo puro. Sin embargo, las composiciones de Banksy van más allá del vandalismo y de la ocurrencia. Y es esto lo que lo diferencia de tantos otros rayadores, o writers, como se denominan a sí mismos los grafiteros. Curiosamente, este artista gráfico ha logrado transgredir la escena alternativa y se ha convertido en un verdadero escritor, en todo el sentido de la palabra, ya que el valor que le ha otorgado al texto ha superado las particularidades formales o gráficas de cada letra y de su conjunto. Cuando la mayoría de esta clase de escritores no han hecho sino rayar nombres, eslóganes y textos inconexos que sirven de débil medio de apropiación, decoración, denuncia y testimonio, pero que raramente contribuyen a la experiencia del sitio o de la condición humana, Banksy parece dominar las posibilidades narrativas y decorativas que presentan el medio del aerosol y su consecuente interacción con la ciudad y sus habitantes.
En el segundo de los cuatro libros que ha publicado acerca de su obra, Existencilismo, Banksy no sólo incluye la documentación gráfica de su obra, sino que la hace acompañar de textos igualmente juguetones y subversivos. Aquí parece incitarnos a ser constantes partícipes de un peculiar tipo de existencialismo donde, apelando a la subjetividad del individuo a través de la reinterpretación de texto e imágenes estencileadas, se genera la posibilidad de un orden y de un significado, cuan temporal e inestable, dentro del mundo absurdo de la urbe. Su intervención en la celda de los elefantes del Zoológico de Bristol consistió en escribir “Quiero irme. Este lugar es demasiado frío. El vigilante apesta. (Esto es) Aburrido, aburrido, aburrido.” De esta manera, Banksy parece referirse a la experiencia misma de la vida en la ciudad contemporánea y se las arregla para sugerir cualidades más humanas a distintos tipos de espacios urbanos, que de otra forma se nos presenta como estériles, anodinos y, parafraseando aparentemente a los elefantes, singularmente aburridos.
Su página web, impecablemente organizada y documentada,
www.banksy.co.uk, incluye como único manifiesto un fragmento del texto del teniente coronel Mervin Willet Gonin donde éste narra su experiencia a partir del arribo de un cargamento de labial al campo de concentración donde laboraba en 1945: “…no se quién pudo haber solicitado ese carmín. Desearía tanto poder descubrir quién lo hizo; había sido la acción de un genio, de una brillantez pura e inadulterada. Nada hizo más por estos prisioneros que ese labial. Al fin, alguien había hecho algo para convertirlos nuevamente en individuos. Ese cosmético comenzó a restaurarles su condición humana.” Banksy, se ha embarcado en una misión análoga. Ejecutando acciones de naturaleza aparentemente anónima, también se avoca a introducir en los contextos urbanos textos e imágenes tan aparentemente disímiles como un labial en un campo de concentración y a encontrarles u otorgarles sentido, o la posibilidad de éste, presentándose ante nosotros como un verdadero genio de la recontextualización. En cómo logra Banksy combinar imágenes, en apariencia exclusivas, para generar una narrativa conmovedora y humana, reside la genialidad de sus intervenciones y lo convierte en parte aguas del arte urbano del graffiti.